
Nuestro socio de número Cristián Zegers, en su biblioteca con la colección de «El Ferrocarrilito» en sus manos. Los tomos que se ven en primer plano, corresponden a «La Lira Chilena».
Podrá sorprender la elección diarística en que recae mi aporte en esta oportunidad. Pero pienso que, en esencia, libro y periódico buscan por igual comunicar información. La aspiración a perdurabilidad de lo escrito es algo relativo y mutable. Guardadas las proporciones, creo que nadie descalificaría hoy como indigno de bibliofilia a una colección de aquellos panfletos que inflamaron la Revolución Francesa, ni a un hipotético registro del movimiento portuario que hubiere sobrevivido de la biblioteca de Alejandría.
Así, aunque mi afición a los libros abarca contenidos variados, persigo más los relacionados con la identidad chilena y las mentalidades del desarrollo republicano. Por eso, propongo aquí una somera mirada a algunas de mis colecciones de periódicos, que estimo fuentes preciosas para escudriñar en la gestación de nuestra identidad nacional.
Comparten ellas ciertas características comunes. En un primer grupo (I), he escogido periódicos cuya publicación se da en el transcurso de la Guerra del Pacifico y cuyos nombres están vinculados al ferrocarril, símbolo del progreso en esos años. Junto con “El Ferrocarril” propiamente tal, contamos con “El Nuevo Ferrocarril” y “El Ferrocarrilito”, manifestación del afán de los últimos de beneficiarse con la nombradía del primero. El segundo grupo (II) es un vistazo a periódicos que hoy nos brindan un sabor de época en el paso de Chile del siglo XIX al XX.
I.- “EL FERROCARRIL”
Seguro de su mayor influencia, lectoría y avisaje, este diario evita parecer alterado en demasía por el conflicto bélico. Su editor y director, Juan Pablo Urzúa, no corre mayores riesgos informativos -dados la precariedad y el grado de error de las comunicaciones desde los teatros de operaciones- y, notoriamente, desdeña los sensacionalismos tipográficos.
Solo el impacto del combate de Iquique logra desplazar de la cabecera de su primera página al folletín de Balzac “La Bolsa”, al avisaje preferente o a las profusas crónicas de la actualidad europea, y aun así, de un modo transitorio. Antes ha variado el tono, pero no la publicación del conflicto en páginas interiores. Crónica vibrante, por ejemplo, al dar cuenta (14 de febrero de 1879) del primer “meeting” popular en Valparaíso con los discursos de Isidoro Errázuriz y Máximo R. Lira ante siete mil asistentes; y un editorial de estilo encendido (25 de mayo), acerca de las profundas implicancias del combate librado cuatro días antes, pese a que las noticias al respecto son, según el mismo diario, “vagas todavía”.
Más sensato que otros periódicos frente a la crítica despiadada a la conducción inicial de la guerra, gradualmente amplía su cobertura con despachos del norte, antecedentes diplomáticos, geográficos y militares, y reacciones recogidas tanto en los países beligerantes como en Europa y EE.UU. Pero no por ello cambiará la actitud sobria e incluso distante de los prolíficos rumores de la calle. De un modo elocuente publica (1 de junio de 1879) el siguiente comunicado oficial: “El gobierno no ha recibido ninguna noticia sobre los sucesos de la guerra. La situación de hoy es, por tanto, la misma de ayer”.
La apuesta de “El Ferrocarril” se contrae, pues, a su densa aglomeración de textos, confiado en que todos serán igualmente leídos. Nada tiene mayor relieve formal en sus cuatro enormes páginas de 66 por 50 cm. El diario se resistirá a la publicación de imágenes, ya muy desplegadas en la competencia, y seguirá recelando de usar el diseño y la tipografía como una alerta al lector sobre el material. A lo sumo, un cuerpo levemente mayor en algún encabezado, pero siempre en el marco de una de sus siete anchas columnas clásicas. Todo esto, pese al eco brutal de la guerra.

“EL NUEVO FERROCARRIL”
Fundado por Francisco Frías el 30 de junio de 1879 (los dos primeros números llegaron a la calle bajo el nombre de “El Ferrocarril del Lunes”), observamos en él lo opuesto a “El Ferrocarril”. Su norte es conmover con la guerra, usando todos los recursos a su alcance. El principal, la pluma inflamada de Benjamín Vicuña Mackenna, posicionado a esas alturas como uno de los líderes de la conducción popular de las operaciones, y crítico a menudo feroz de la gestión gubernativa. Decidoramente, el anuncio de su colaboración “permanente” se ubica de un modo sobresaliente al lado del logotipo.
Su segundo gran aporte es la imagen. Se suceden en la portada del diario grabados, extraídos de fotografías, de los principales jefes militares y navales, y representaciones simbólicas de la tropa más humilde. Se inserta asimismo música —¡con su notación en pentagrama!— en honor “Al bravo Condell”, y “marsellesas” dedicadas a los “Cazadores del Desierto”. Hay culto a los héroes de Iquique y denostación, también mediante imágenes, de acontecimientos peruanos como el asesinato del Presidente Balta (1872); el retrato del Canciller limeño Irigoyen se reproduce con la leyenda “el que más azuzó la guerra contra Chile”.
El periódico, antes semanal, luego comienza a ser publicado los días domingo y jueves. Muy utilizada es la reproducción de prensa peruana o boliviana. Por ejemplo, estos versos de “La Patria” de Lima:
«Todo hoy es Prat en Chile.
Todas las mujeres encintas
convendrán en llamar a sus nenes:
si nenas, Esmeralda Prat; si nenes, Arturo Prat.»
A medida que la contienda avanza, aumenta el tamaño de la ilustración de portada, una manera en que el diario rinde homenaje a los que cree han prestado servicios superiores a la patria; caso, por ejemplo, del diplomático Joaquín Godoy o del expresidente Errázuriz Zañartu por la adquisición de los blindados. Las fotos del teatro de guerra -de Díaz y Spencer- trabajadas con técnica de grabado, permiten dar la escena misma de los combates en el Campo de la Alianza. Especial preocupación del periódico es alimentar la conscripción voluntaria, llamando a la emulación de las familias con páginas completas dedicadas a soldados de un mismo apellido: los Alamos o los Garretón, entre otros.
No se escatiman críticas al Gobierno, motejado como la “monarquía pasiva de don Aníbal Pinto”. Véase el siguiente párrafo de crónica (28 de julio de 1879): “Es la una de la mañana. Hemos demorado poner en prensa nuestro periódico, esperanzados siempre en recibir noticias del norte sobre la suerte del “Rímac”; pero éstas se hacen esperar demasiado. La Moneda ha cerrado sus enormes puertas a las 12 y media PM. Nuestro repórter nos trae su última palabra: no hay telegramas, y si los hay, se nos ocultan”.
A la postre, se confirmará el desastre de la captura del “Rímac”, uno de los tantos casos en que Chile pagó un enorme precio por mantener una irrestricta libertad de información durante toda la emergencia bélica.
Bajo el título de “Guerra, guerra, guerra”, el periódico concluye sentenciosamente (22 de noviembre de 1879: “El enfermo cloroformado por el Dr. Lavalle (enviado peruano antes de la declaración de guerra), comienza a volver de su síncope”. En el aire se respira el apronte de futuras victorias.

EL FERROCARRILITO.
Contrastante por su pequeño tamaño (solo 16,5 por 12 cm) el número 1 de este diario satírico se publicó el 4 de marzo de 1880, con la guerra aún no resuelta en favor de Chile. Mediante su bajo precio alcanzó una tirada de 11 mil ejemplares. Su declaración inicial fue explícita: “Somos partidarios decididos del sol que más calienta, aunque nos expongamos a una insolación”.
Acorde con el carácter de su inspirador, el controvertido periodista J. Rafael Allendes, en sus páginas es difícil separar la sátira pura del sentir nacionalista; el afán crítico y algo demoledor de la mera transmisión de chismes; y, en medio de todo, cortísimos editoriales de alguna grandeza, junto con homenajes a los héroes de la guerra y a sus grandes hacedores, como Rafael Sotomayor, de la mejor inspiración patriótica.
En versión reducidísima, “El Ferrocarrilito” tiene las secciones periodísticas habituales en la época. El folletín infaltable, el “buzón amoroso”, y los retratos en verso de las personalidades dominantes. Se zahiere sin piedad, sin ningún propósito justo, desde Luis XIV hasta el Presidente Aníbal Pinto, con la nota de un especial desprecio por los adversarios peruanos y bolivianos. Se diría que el populismo lo anima, aunque este punto admite matices. En efecto, mientras se aplica desenfado populista a los avatares de la guerra, un editorial titulado “¿Comunismo?” califica de “espíritus extraviados” a los que infiltran la idea de repartir los bienes de los ricos, halagando al pueblo -dice el diario- con falsas teorías. “El Ferrocarrilito” sabe “que hay banqueros y capitalistas que merecen ser descuartizados”, pero, pese a ello, condena las teorías propagadas por “ilusos”.
II.- «LA REVISTA CÓMICA»
La “Revista Cómica” es un interesante semanario fundado en agosto de 1895 por el escritor y poeta Ricardo Fernández Montalva. Su mayor atractivo es el concurso del extraordinario dibujante y artista Luis F. Rojas, que aquí prodigó su talento en grandes efigies de nuestras principales figuras políticas, literarias y artísticas. Van ellas acompañadas por un verso breve y sugestivo que a veces no esconde la crítica, aunque en un tono en general elogioso.
El dibujo de Rojas -director artístico de la publicación- impregna al semanario. Suyos son los dibujos humorísticos de escenas urbanas santiaguinas; los retratos de las figuras operáticas que actúan en nuestro Teatro Municipal; las galerías de debutantes en sociedad; y los homenajes necrológicos a grandes personalidades chilenas -Manuel José Irarrázaval- o extranjeras -Pasteur, Dumas, Paul Verlaine.
Bajo el título de “Congreso Chino”, hay un ingrediente crítico hacia el Parlamento recién triunfante, con diputados como el señor “Uñas Largas” (Don Juan) y el señor “Peculado” (Don Pedro)-, y crítica social a la indolencia de los empleados públicos. En la edición del 21 de mayo de 1896 sobresale un gran dibujo de Prat y del combate, en un revivir constante de las glorias patrióticas, práctica que nuestra prensa mantendría en alto por muchas décadas.
Virtud de esta revista es destacar con igual importancia a las figuras del Gobierno y la política junto a los artistas -Virginio Arias, Valenzuela Puelma, Pedro Lira, José Miguel Blanco-, a los intelectuales y a figuras destacadas del Ejército y la Marina, como Williams Rebolledo o Estanislao del Canto.
Aprovechando que la publicación circula los domingos, se insertan avisos del Club Hípico con el reclame de las atracciones equinas “Toldería” y “Crisantema”. Un hecho curioso es la publicación de un poema de Alone (…improbablemente Hernán Diaz Arrieta, nacido en 1891) y otro del padre de Salvador Allende. Como colaboradores destacados figuran A. De Gery (Emilio Rodríguez Mendoza) y el poeta Julio Vicuña Cifuentes, que reemplazó en la dirección a Fernández Montalva.


«LA LIRA CHILENA»
“La Lira Chilena” (1898-1907) ofrece un sugestivo testimonio cultural en los años del cambio de siglo. La perseverancia le ganó un éxito de lectoría a partir de sus dos mil ejemplares iniciales, solo destinados a la elite interesada en el fenómeno literario. Su mayor interés, sin embargo, radica en la extraordinaria riqueza iconográfica, fruto de la madurez como ilustrador alcanzada por Luis F. Rojas y el aporte de otros destacados artistas.
Abundante en material poético, no abruma por este carácter, ya que también incluye atractivos gratos al público de la época. Los folletines, en primer lugar, y luego el acontecimiento gráfico, ya tratado como noticia, desde el crimen callejero y las huelgas en Chile, hasta la lucha de los boers o los números especiales dedicados a la muerte del Papa León XIII y a grandes conmemoraciones patrióticas, entre las cuales se incluyen ilustraciones a doble página de batallas de la Guerra del Pacífico, o las nuevas adquisiciones de la Armada en vista de la tensión con Argentina.
El homenaje necrológico ilustrado es objeto de especial selección. El destacado dibujo a pluma -a veces en portada o desplegado a página completa- expresa la fuerza de la sola ilustración. Gradualmente “La Lira Chilena” procura interpretar públicos más amplios que la elite. Es revelador el esfuerzo de publicar elegantes retratos a pluma de muchachas debutantes en sociedad de muy pequeñas localidades (Victoria, Cauquenes), ajenas al brillo de las grandes ciudades como Valparaíso, Santiago o Concepción.
Falta una valoración más justa de esta publicación de excelencia en su tipo. Sus grandes ilustraciones en color de la historia patria, conservan su pleno valor.



Cristián Zegers Ariztía. Santiago, octubre de 2020.
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