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    Hildegard von Bingen: legado y trascendencia

    Entrevista a María Eugenia Góngora.

    Por Norma Alcamán Riffo

    En 2022 se conmemoran 10 años desde que el Papa Benedicto XVI nombró Doctora de la Iglesia a Hildegard von Bingen, en virtud de «su santidad de vida y la originalidad de su enseñanza». Por este motivo, conversamos con María Eugenia Góngora, Doctora en Literatura por la Universidad Complutense de Madrid y académica de larga trayectoria, que culminó su destacada carrera siendo nombrada Decana de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile (2014-2018).

    Especializada en Literatura Europea Medieval y en Literatura de mujeres de la Edad Media, ha estudiado durante años a la religiosa y visionaria Hildegard von Bingen (1098-1179), al punto de ser considerada una de las personas que más ha contribuido a su conocimiento y difusión en Chile, en asociación con un grupo de investigadores entre los que se contaron María Isabel Flisfisch, Italo Fuentes, Beatriz Meli y María José Escudero, todos ellos de la Universidad de Chile. Trabajó también en conjunto con un grupo de investigadores de las Universidades de Gante y de Amberes, en Bélgica, con quienes organizaron congresos y coordinaron publicaciones conjuntas.

    La profesora María Eugenia Góngora ha impartido cursos tales como “Cosmología, Profecía y Exégesis en Hildegard von Bingen”, además de varios cursos sobre voces femeninas, escritura, emociones y subjetividad en la Edad Media. Así también, ha publicado numerosos artículos académicos sobre la religiosa y visionaria, entre otros, “Hildegard von Bingen: imágenes y tradición sapiencial” y “Escritura e imagen el el Liber divinorum operum de Hildegard von Bingen”. Su publicación más reciente sobre esta autora es “Predicación y Herejía en el Epistolario de Hildegard de Bingen” (en Circulación de las Creencias, Gaune, R., Góngora, M.E. y Maria Lupi) Roma: Viella, 2020, 59-72).

    María Eugenia Góngora, Doctora en Literatura

    Hildegard von Bingen, monja benedictina, santa, escritora, compositora, filósofa, científica, médico y polímata, es una de las figuras más interesantes de la Edad Media. En cuanto escritora, ¿Qué obra suya destacaría y por qué?

    Si bien pienso que todas las obras de Hildegard presentan interés, ya sea por su originalidad, su interés exegético, su innovación en ciertos temas o por su fuerza polémica, hay dos obras suyas a las que siempre vuelvo. Se trata de La Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestiales (ca.1151-2), que es un compendio de sus canciones religiosas, y su Libro de las obras divinas (ca.1174), el más maduro de sus libros visionarios. No puedo dejar de mencionar aquí también sus cartas y sus libros científicos, pero estas dos obras son aquellas que yo siento más cercanas.

    Hay que aclarar que la Sinfonía no es un compendio que acompañe el ciclo litúrgico en un sentido estricto, porque no se nos han conservado en él canciones para la Navidad ni para Resurrección, los dos momentos “fuertes” de la liturgia cristiana. Pero sus canciones y la música compuesta por la misma Hildegard son, sin duda, de las más innovadoras y emocionantes composiciones religiosas en el ámbito europeo; lo menciono así porque, sin duda, hay que reconocer y recordar aquí también la notable creación de himnos y otras formas musicales propias de la liturgia de la Iglesia de Oriente.

    He mencionado también aquí el Libro de las obras divinas porque fue la obra sobre la que yo trabajé de manera más dedicada y exclusiva cuando emprendimos su edición con el grupo liderado por la latinista María Isabel Flisfisch y por mí, durante los años previos a su publicación por la Editorial Herder el año 2009. Las ilustraciones del Manuscrito de Lucca, del siglo XIII, son las más reconocidas por su gran calidad iconográfica y su interesante diálogo con el texto escrito. Tuve también la fortuna de tener en mis manos el manuscrito (sin ilustraciones) de esta misma obra, que se guarda en la Biblioteca de la Universidad de Gante; por su datación, ese ejemplar pudo ser haber estado también en las manos de la propia Hildegard y proviene del Escriptorio de su convento en Rupertsberg, en Bingen.

    En el Liber divinorum operum, además de las visiones cosmológicas y de la relación estrecha entre el macrocosmos y el microcosmos (los seres humanos), Hildegard desarrolla de manera renovada sus profecías del final de los tiempos, un tema ya presente en el libro Scivias. Creo particularmente interesante en esta segunda obra la aparición de la figura de Justicia (Iustitia) clamando frente a Dios por las malas acciones del clero y proponiendo duros castigos para sus representantes. Esta figura femenina, Iustitia, una entre tantas otras que aparecen mencionadas en su obra (Sabiduría, Eva, María, Sinagoga, Ecclesia) es una demostración de que el ánimo reformador nunca dejó de estar presente en la obra de Hildegard, hasta el final de sus días.

    Hildegard von Bingen escribiendo inspirada por el Espíritu Santo.

    Tanto Hildegard von Bingen como Teresa de Ávila fueron monjas, místicas, a cargo de conventos, que se vieron enfrentadas a innumerables problemas a lo largo de sus vidas. En cuanto escritoras, ¿En qué puntos se asemejan?

    Esta pregunta no es fácil de responder; a primera vista, sin embargo, podemos decir que lo que más une a ambas mujeres religiosas de siglos y culturas tan distantes fue su calidad de reformadoras y fundadoras de nuevos conventos. Hildegard se sintió llamada a realizar una tarea muy difícil, la de apoyar la reforma del clero de su tiempo, siguiendo en este sentido la senda de Bernardo de Clairvaux. Escribió y predicó en diversos conventos y ciudades de la Renania y dio a conocer su pensamiento escribiendo reiteradamente a distintas autoridades eclesiásticas, incluyendo a los Papas.

    Teresa, como se sabe, fue también una gran reformadora del Carmelo y fue una infatigable fundadora, maestra de religiosas y consejera, como Hildegard, de todos quienes se acercaban a ella.

    Pero mientras que se puede afirmar sin dudas la vocación y la experiencia mística de Teresa, gracias a sus escritos, no hay acuerdo entre los conocedores de Hildegard con respecto a su experiencia en ese ámbito. Personalmente creo que ella fue una religiosa con una vocación por el conocimiento y la proclamación de la palabra divina. Pero su experiencia se distancia claramente de la que solemos atribuir a otros místicos posteriores; el suyo fue un conocimiento de Dios y de su intervención en la Historia experimentado en visiones, no en estados de éxtasis ni (más importante aún) está asociado a la que se ha llamado una ‘mística esponsal’.

    Mientras Theoderich de Echternach, su hagiógrafo, asocia a Hildegard con la Esposa del Cantar de los Cantares, en sus fragmentos autobiográficos ella se identifica más bien con figuras masculinas, como Job o la del propio Moisés. Por lo demás, en sus escritos, ella niega y rechaza firmemente haber tenido visiones en un estado de trance, ni durante sus sueños, ni durante un éxtasis. El rechazo de las visiones en sueños o en estados de conciencia alterada podría provenir, en su caso, de un temor a la intervención diabólica precisamente en esos estados en los que la conciencia está más ‘vulnerable’ a influencias ajenas.

    Con respecto a otros temas que pudieran servirnos para establecer puntos de encuentro entre Hildegard y Teresa, se podría mencionar la escritura autobiográfica. De distinta manera y, por cierto, con un rango mucho más amplio y desarrollado en Teresa, tanto en su Libro de la Vida como en sus Fundaciones y en sus cartas. Por otra parte, sobre todo en los libros visionarios de Hildegard, se pueden encontrar fragmentos autobiográficos en los prólogos y los párrafos de cierre, así como en su Epistolario. Encontramos también los fragmentos autobiográficos más desarrollados y que fueron insertos por Theoderich de Echternach, su hagiógrafo, en el segundo libro de la Vita Hildegardis Virginis, escrita en los años posteriores a la muerte de la religiosa, en 1179.

    Hildegard von Bingen (1098-1179)
    Santa Teresa de Ávila (1515-1582)

    ¿Qué aspectos propiamente literarios (símbolos, motivos, metáforas y diversos recursos retóricos) de su obra la identifican y la han convertido en una escritora que ha trascendido durante siglos?

    Hildegard nació a fines del siglo XI y creció y, sin duda, compartió las creencias y modelos de su tiempo, aunque ella siempre reiteró su ignorancia de las letras y de todo conocimiento humano y podríamos asociar estas afirmaciones al bien conocido tópico de la ‘falsa modestia’. En su caso, sin embargo, la afirmación de su propia ignorancia, y la afirmación de la fuerza y de la importancia de la inspiración divina, que ella reclamó para todas sus obras, salvo las de carácter científico, pueden ser comprendidas como una medida de protección frente a posibles acusaciones y constituye, sin duda, uno de sus ‘recursos’ más notorios y reiterados.

    Las cartas de Hildegard comparten las características y los tópicos de la mayoría de los epistolarios medievales, y si bien no encontramos en este Epistolario la efusividad extraordinaria de otras correspondencias entre religiosos y religiosas (y entre los laicos), en muchas de sus cartas podemos percibir la presencia de un ‘sentido común’, fundamentado en la lectura monástica y en la proclamación diaria de los salmos y de otros libros de la Biblia en los conventos. Esta presencia ‘natural’ y no forzada de las palabras del salmista o del Cantar de los Cantares o de las visiones de los profetas permea toda la correspondencia de Hildegard.

    Por otra parte, hay una figura que encontramos en muchas de las cartas dirigidas a los abades y abadesas o priores de conventos que le escribieron para pedir su consejo en momentos de crisis. En sus respuestas, es habitual encontrar la metáfora del jardín para describir las comunidades religiosas; todas las tareas de quienes están a su cargo son asimiladas a las tareas de un jardinero sabio y perseverante, que no permite que ni la lluvia ni la sequía ni otros elementos dañen su jardín, es decir, su comunidad.

    Peter Dronke, un gran estudioso de Hildegard, ha escrito sobre algunas de sus cartas y sobre otras cartas de mujeres religiosas de los primeros siglos de la Edad Media, dando cuenta de un buen conocimiento del latín en algunas de ellas (no es el caso de Hildegard), así como del uso de distintos recursos literarios e ilustrando con ejemplos la manifestación de la efusividad de los sentimientos, incluso entre corresponsales que no se conocían personalmente.

    Por otra parte, es en las visiones de los tres libros visionarios escritos por Hildegard y elaborados durante más de treinta años por ella, en compañía de sus secretarios Volmar y Gottfried, es donde podemos encontrar la mayor riqueza de imágenes simbólicas que son descritas en la primera parte (visio) y explicadas en las segunda parte (auditio) de cada uno de los relatos visionarios¸ Esta es la estructura en cada uno de los tres libros visionarios: Scivias (ca. 1152), Liber de vitae meritorum (ca. 1163) y Liber divinorum operum (ca. 1174).

    No es posible describir en un espacio breve las principales características de estos libros, pero podemos mencionar que, tanto en el primero como en el tercero de los libros, los grandes temas pueden ser relacionados con la Historia de la Salvación, la creación del mundo y del hombre, sus características y su relación con la naturaleza, así como la intervención divina en distintas etapas de la historia y en la vida de los seres humanos y los acontecimientos de los siglos finales profetizados también por Hildegard en cada uno de ellos.

    El título del libro Scivias, una especie de neologismo que se puede traducir como “Conoce las vías”, nos orienta sin duda en su lectura; el camino del alma para lograr la salvación es un tema central en esta obra. En el segundo libro, El Libro de los méritos de la Vida, que en general ha sido menos estudiado que los otros dos, son las virtudes y los vicios y los conflictos morales alegorizados por sus figuras representativas, los que tienen mayor presencia. Es una suerte de guía para lograr los méritos de la vida eterna y evitar las acciones que conducen al castigo.

    La estructura general se puede describir como la de las distintas etapas en las que un Hombre mira en las distintas direcciones de los puntos cardinales. Se puede decir, en términos muy generales, que las fuerzas positivas y negativas que lo rodean están representadas como figuras que acercan esta obra a las grandes alegorías características de los siglos XII y XIII, aunque en esta obra de Hildegard nos encontramos con una intencionalidad didáctica y específicamente doctrinaria muy evidente.

    En cuanto a las imágenes y los símbolos que se reiteran más a menudo en los textos y en las imágenes que los acompañan, tanto el libro Scivias como el Liber divinorum operum, podemos mencionar en primer lugar el círculo, que representa tanto el espacio gobernado por Dios como el espacio estrictamente terrenal; el sol, la luna y las estrellas, los árboles y los cuatro vientos rodeando la tierra; la figura humana con los brazos extendidos (similar a la figura que asociamos a Leonardo), así como otras figuras más difíciles de interpretar, como aquellas cubiertas de ojos. En su bien conocida obra Iniciación a la simbología románica, Marie-Madeleine Davy dedica buena parte de un capítulo a las imágenes y símbolos presentes en la obra de Hildegard, y, gracias a su estudio, se puede avanzar no solo en el conocimiento de esas imágenes en particular y de la significación de los números y de las figuras geométricas que podemos encontrar, sino también del contexto en el que Hildegard concibió sus visiones y quiso hacerlas públicas y darlas a conocer en toda la cristiandad de su época.

    Scivias, facsímil de Ebingen, f. 161 v.
    Scivias, facsímil de Ebingen, f. 172r.
    Imágenes del Liber scivias, con su visión del cosmos.

    Finalmente, en este mismo sentido, ¿Cuáles son las obras que han sido importantes para usted como lectora?

    Creo que la literatura, así como la música y las artes son, de verdad, esenciales para nuestra vida. Creo que todos nacemos con gran una curiosidad por conocer el mundo, una curiosidad que nunca llega a agotarse. En el caso de la literatura, aunque esté escrita en otros tiempos y en lugares muy lejanos, la veo como una experiencia que nos puede acompañar siempre, a veces con distintos énfasis en distintos momentos de la vida.

    Creo que todos vivimos gracias a las palabras (no solo las escritas, por cierto); las palabras nos alimentan y nos permiten comprender mejor nuestra propia vida, nuestros sentimientos a veces complejos y poco comprensibles incluso para nosotros mismos; las palabras son esenciales en nuestras relaciones con los demás, en el amor y la amistad, en el sentirse parte importante de una comunidad y de una sociedad.

    Un buen ejemplo de lo que estoy planteando, en el plano personal, han sido las primeras lecturas y luego el estudio de la poesía épica medieval, el tema de mi tesis. Mi primer interés, como estudiante, no fue tanto la lírica o la novela, sino la épica. Siempre me he preguntado por qué mi interés por los héroes, por su fuerza, por las hazañas emprendidas a pesar del riesgo, por el sentimiento de que vale la pena luchar por una tierra o por una patria. Creo que ese interés me ha ayudado a entender, aunque sea de manera muy básica, los conflictos que vemos hasta el día de hoy en tantos lugares, y también en nuestra tierra.

    La lírica ha sido también muy importante, por cierto, y en este último tiempo he podido asociar mejor mi interés por la lírica medieval, relacionándola con otros intereses muy diversos y aparentemente distantes entre sí. Por ejemplo, me interesa mucho el mundo árabe y me he acercado también a la poesía hispanoárabe, la de los musulmanes de la España medieval; solo lamento no conocer la lengua, así como lamento no conocer el gaélico, ya que, por otra parte, me siento también muy cercana a la poesía irlandesa, tanto a la medieval como a la más reciente. Leo además mucha poesía inglesa y poesía chilena, siempre.

    Con respecto al conocimiento de la naturaleza humana. Sin duda que Shakespeare escribió de manera notable sobre la naturaleza del poder, así como Cervantes sobre la voluntad y la imaginación humanas, y Dostoievski sobre la complejidad de nuestra humanidad, entre tantos otros temas que podemos descubrir en cada uno de estos autores. Esos son los sentimientos que yo al menos experimenté como esenciales en mis primeras lecturas, empezando por las novelas Crimen y Castigo y Los Karamazov, de Dostoievski, cuyos personajes me marcaron hasta el día de hoy.

    Pero no hay que olvidar a todos los grandes poetas, dramaturgos y narradores, tenemos que recordar a los poetas y narradores orales de todas las culturas, que han acompañado a quienes los han escuchado contar y cantar, más allá de nuestra tradición estrictamente literaria. Siento que ellos están en nosotros y con nosotros, y espero que todavía haya mucho tiempo para llegar a conocerlos.

    María Eugenia Góngora: «Hildegard von Bingen. Una introducción.» en: Revista Chilena de Literatura (RCHL) N°62. Departamento de Literatura, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile. Año 2003, págs. 121-125. Artículo escrito en el marco del proyecto Fondecyt N°1000951.

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